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REPENSAR NUESTRA FORMA DE VIDA

Es innegable que la forma en que los seres humanos habitamos el planeta es insostenible e incompatible con nuestra propia existencia. La Tierra es finita, tiene límites que condicionan su habitabilidad. Los datos son abrumadores. Estamos despilfarrando el futuro. Nuestro futuro, el de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.


La supervivencia de nuestra especie depende de nuestra capacidad para evolucionar hacia sociedades socialmente equitativas y ecológicamente sustentables. Cada uno de nosotros debemos responsabilizarnos e involucrarnos, personal y profesionalmente, en este proceso de transformación. Debemos reflexionar sobre el camino que nos ha traído hasta aquí. Sobre los errores que hemos cometido, sobre cuándo y porqué nos alejamos del camino de la sostenibilidad. Debemos encontrar nuestro punto de equilibrio y tender a él. Reorientar nuestro potencial científico y tecnológico y enfocar la capacidad de innovación de las empresas hacia la consecución de ese objetivo; todo ello, de forma ética y responsable.


En este contexto, no debemos considerar la innovación como un objetivo en sí mismo, sino un medio para un fin y entender que “para que las innovaciones marquen una diferencia en la sociedad, para abordar un desafío, deben responder a una demanda.


Como consumidores tenemos el poder y la responsabilidad de articular una demanda orientada hacia un mercado cada vez más equitativo y sostenible. Por su parte, las administraciones deben impulsar las políticas necesarias para estimular un consumo responsable y una demanda cada vez más alienada con los desafíos que debemos abordar como especie, que estimulen los procesos de innovación y resolución de problemas en el seno de las empresas y faciliten el desarrollo de estas empresas transformadoras para que sus soluciones trasciendan el ámbito local y den respuesta a los problemas globalmente.



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